Hola,
Acabo de terminar de ver la película mexicana “El último vagón” y no he podido parar de llorar porque es de esos dramas bonitos, con tomas lentas pero impactantes, que te enamoras de cada uno de los personajes y que, para colmo, te deja con un mensaje de esperanza que hace que tu corazón se haga un puño.
Tranquila/o que no te voy a hacer spoiler de la peli.
Entonces, ¿qué tiene que ver esto con mi desnudo emocional de esta quincena?
TODO porque me he levantado del sofá y he venido a mi despacho para escribir una carta a mi Ángel niño. Sí. A mi yo de unos diez años.
En 2013, hace diez años ya, lo visité por primera vez. Estaba en Santiago de Chile con una biodescodificadora fantástica. No pude abrazar a ese Ángel niño en mi primera visita. Él lloraba y yo miraba pero sin sentir que quería hacer algo para calmarlo. Fue en la tercera visita que lo conseguí. Lloramos mucho los dos pero esta vez juntos. Prometí a ese Ángel niño que ahora estaría yo cuidándole, respetándole y desde luego dándole aquello que necesite.
Tal vez puedas intuir que no tuve una infancia fácil. Me sentía tremendamente solo y mi futuro no parecía nada prometedor. Sin hablarme con mi padre, teniendo que ayudar todos los veranos en el negocio familiar que odiaba y siendo el “maricón” del colegio.
“El último vagón” me ha generado unas ganas tremendas de verlo y escribirle una carta que aprovecho para compartirte y que se convierta en mi desnudo emocional.
La carta la he escrito hace unos quince minutos pero en papel. Escribir tiene la velocidad y el movimiento que necesitamos para que aquello que escribimos permee mucho más en nuestro cerebro y, además, siento que honro más a mi niño interior.
Lo transcribo aquí:
Querido Ángel niño,
Tenías muchos sueños de que viviésemos en un lugar bonito, en un buen barrio, con ascensores que nos acercasen a pisos más cerca del cielo como en las películas de Nueva York. Querido Ángel niño, lo has conseguido; lo hemos conseguido.
Soñabas con ser mayor y no trabajar haciendo lo que papá, fuera de ese lugar feo y con olor a moho en una zona industrial gris. Soñabas con un trabajo que fuera divertido. Cada día especial y que hablases con mucha gente. Que tu espacio tuviese mucha luz y vistas a más edificios altos. Que pasasen cosas; muchas cosas. Querido Ángel niño, ahora te digo que lo hemos conseguido.
¿Te acuerdas que soñabas que, aún siendo diferente, tenías muchos amigos que te querían? Querido Ángel niño, tienes amigos en dos continentes que te aman muchísimo y que les encantas tal cual como eres.
Querido Ángel niño, solo te pido una cosa:
Sigue soñando pues, si tú lo sueñas, yo lo haré realidad para los dos.
Con mucho cariño,
Ángel adulto.